7.2.05

Pago por un Requiem frío...

La niña ácida que no se creyó a si misma
[Pago por un Réquiem]


De cabeza, casi estallando con dolores extraños en la nariz y en el fondo la música simpática que no ayudaba en nada, las escaleras tipo Rapunzel tocaban el piso quedando entre redes y raíces que lograban conexiones desde el más acá.
Susana encontraba en su mente imágenes de mucha velocidad, los colores causaban remolinos psicodélicos y la conciencia aparecía en flash para recordarle que debía respirar, también habitaban en su mente estrategias para acabar con las consecuencias de sus planes malévolos, ahora debía atacar al mundo con levaduras para queso, librando problemas legales con los monopolios de lácteos, quizá hubiera sido mejor huir a España con ese tipo sin futuro que amaba su sarcasmo y olvidarse de todos los experimentos frustrantes en ésta región.
En los últimos días sus ojos negros se habían dedicado solo a causar heridas, infortunios, indiferencia y ese tipo de catástrofes y no es que le importaran los humanos, solo que después de semanas de risa no podía más que sentirse como endeudada con su depresión crónica.
Y seguía en la cama con la cabeza colgando y la mirada perdida, la música rayándose y el teléfono impertinente, cerró y abrió los ojos varias veces por lapsos prolongados, de la nada apareció una sonrisa, extraña, no fingida, como de niña viendo caricaturas, estiro las piernas, sintió presión en el abdomen y se levanto con mareos, encontró de frente la foto de un hombre con personalidad, esquivo su mirada con vergüenza y se puso a pensar en el espacio, el aire y todo lo que aún no pasaba, la emoción era contradictoria y esperanzada en la nada, precisamente por que esa incertidumbre podría significarlo todo.
Debía asimilar su oportunidad para cometer errores y disfrutar de ellos, olvidarse de la reflexión sobre la reflexión y confesar sus fallas intelectuales en ruptura con lo que podía llegar a sentir, ¿que podía pasar? Que desapareciera, mintiera, que robaran su existencia, que amaran lo mismo que ella, que fuera genial, obsesivo y desesperante, peores ruegos no podría volver a hacer, de ello estaba segura… conocía ya esas sensaciones, el pánico a ella misma había desaparecido y ahora decidía sentirse bien.
Todo se veía mejor, los enredos se hacían más simples, los colores brillaban y el espejo mantenía la sonrisa, camino por la habitación, miro hacia los ángulos de los muros, pensó que ya estaba lista para salir y hacer de nuevo todo otra vez por alguien que le recordara a si misma.
Pensó positivo, escucho pop británico, rechazo un par de opciones nuevas y llego la tarde, gris, fría, de nubes de vino tinto condensado, abrió la puerta, salio de los muros, observo con sigilo, camino un par de calles y un yunque cayo sobre ella, no hubo dolor, pensó en los mundanos dementes, sonrió fríamente y se retiro casi sin sentirlo, satisfecha de haber acabado así y no con ridiculeces cursis tatuadas.

Y a los 3 días solo unos cuantos gatos adoloridos pensaron en Susana.

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