8.12.05

necesito que me saquen el corazón con un despachador de helado.

Indignada… estaba indignada! recordaba tooodo lo malo que había sucedido en aquella habitación, pensaba en la magnitud de su tolerancia y la estrecha frontera con la estupidez, sonreía vengativamente pensando en los efectos de su apatía, igual no era mucho pero tenía la sensación de haber hecho lo correcto, esperaba ensimismada, disfrutando masoquistamente la frustración, la traición, victimizandose para compensar todo con curiosidad y extravagancias intrusas, en silencio pensaba y las ideas corrían despectivamente, destrozándola, atormentándola, maldita estrategia comparada! maldita rational choice!.
A veces, cuando el futuro le caía encima solía jugar con sus soldaditos de azúcar y cantaba perdiéndose, como aullando hacia la luna, salía el dolor y la desesperación hasta que regresaba al estado expectante, quieto, disfrazado de depresión con esperanza, salía, caminaba por el mundo viendo a todos con descrédito y respiraba por los caminos de tierra mojada, bajo los árboles y las torres amigables, jugaba con las memorias que eran cada vez más quiméricas y esporádicamente era casi no triste.
Cierto día, apareció, ahí frente a ella! Vivo! El ente más esperado de su vida, el asombro no le permitió seguir respirando sin agitación, pensó en la lista de reclamos, de burlas, de humillaciones que había planeado todo este tiempo para ese momento, rápido pasaron por su mente las imágenes más significativas de su dependencia, y… empezó a sentir mariposas en el estómago, cayó en ansiedad y solo pudo sonreír.

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